leemos

El paradigma de la nueva gestión pública

Como hemos señalado, desde hace ya dos décadas las administraciones públicas

experimentan diferentes transformaciones a partir de los cambios que el Estado mismo ha

sufrido como consecuencia de un conjunto de reformas que sin duda siguen en curso y que

“han abierto un camino que hay que seguir explorando”.

(Blanca Olias de Lima; 2001).

Hobsbawn lo ha resumido muy bién recientemente al sostener: “durante los pasados 20

años, sin embargo, el Estado territorial ha perdido –por diferentes razones- su tradicional

monopolio de fuerza armada, mucha de su anterior estabilidad y poder, y cada vez más el

fundamental sentido de legitimidad, ó por lo menos de permanencia aceptada, que permite a

los gobiernos imponerle a ciudadanos dispuestos, cargas tributarias y conscripción”. (Eric

Hobsbawn; 2002)

En el ámbito interno de los gobiernos este conjunto de transformaciones confluyen en lo que

se ha dado en llamar como nueva gestión pública, concepto cuya aplicación implica asumir

una serie de principios que definen una nueva forma de pensar la gestión gubernamental y la

incorporación de nuevas pautas de desempeño institucional.

En efecto, en un análisis como este, lo primero que debemos plantear es que la nueva

gestión pública representa un cambio trascendental de la perspectiva tradicional de la

Administración Pública, a un sistema que pone énfasis en los resultados, que reclama mayor

responsabilidad y flexibilidad institucional y que este cambio, no exento de controversias,

obliga a asumir una posición en torno al futuro del sector público y al respecto no cabe duda

que éste será inevitablemente gerencial; tanto en la teoría como en la práctica. (Owen E.

Hugues 1994)

Hay que tener en cuenta que la difusión del paradigma gerencial significa incluso para

diversos autores la superación del modelo burocrático weberiano, básicamente en razón de

los tres planos en que se han manifestado las transformaciones del Estado que hemos

comentado: en un primer plano atendiendo al acercamiento entre las técnicas de gestión del

VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002

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sector privado y el sector público, en segundo término el cambio de un modelo legalfuncional

a un estilo de gestión que pone énfasis en los resultados y en tercer lugar a la

mayor preocupación por la eficiencia, la calidad y la efectividad.

1.2 Principales implicaciones de política

Como puede apreciarse, la nueva gestión pública promueve, en términos generales, la idea

de un Estado más descentralizado, con menos control jerárquico y mayor rendición de

cuentas. Defiende la participación como insumo que produce resultados significativos y

asegura el éxito y la efectividad, además de reclamar mayor capacidad para el análisis

estratégico, comunicaciones activas, horizontalidad y potenciación de las capacidades

organizacionales, así como construcción de redes institucionales.

Cada una de las premisas sobre las que se sustenta la nueva gestión pública producen

diversas implicaciones al interior de las administraciones públicas que se vinculan con

nuevos procesos, nuevos valores y nuevas pautas para el desempeño del sector público.

También obligan a generar una nueva cultura de gestión que empieza por abandonar

inercias, costumbres y reglas no escritas que han prevalecido y que sin duda constituyen los

principales obstáculos para el cambio y el establecimiento de planes y programas de

modernización que a menudo fracasan precisamente porque el peso de aquellos factores

resulta una gran carga que define el comportamiento de los funcionarios en las instituciones

del sector público.

1.3 El avance de la nueva gestión pública en el contexto internacional

En un esfuerzo de sistematización de los países que han incorporado los principios del

paradigma gerencial, el grupo más avanzado dentro de la OCDE estaría integrado por

Suecia, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y el Reino Unido. Un segundo grupo con algunos

avances significativos se integraría por Francia, Dinamarca, Noruega e Irlanda. Y en tercer

lugar el grupo con menos avances se integra por Alemania, Grecia, España, Suiza, Japón y

Turquía. (Christopher Hood; 1996)

En el caso de los países latinoamericanos, debemos afirmar que, luego de la reformas de

primera generación -apertura, desregulación, privatización y reformas financieras- la reforma

del Estado ha avanzado muy poco en el campo de la gestión. Sin embargo ya en 1998, los

25 países miembros del Consejo Latinoamericano de Administración para el Desarrollo

(CLAD) suscribieron el documento "Una nueva gestión pública para América Latina", en

donde se definió la agenda de la Reforma Gerencial para los países de la región.

En este documento se afirma: "América Latina pasó por una gran crisis en la década de 1980

y está buscando la superación de la misma a lo largo de los años 90. Ya existe una

conciencia de los errores cometidos por las reformas anteriores, y por eso es preciso asumir

la Reforma Gerencial, para la cual América Latina ya está preparada, como el instrumento

fundamental para hacer al Estado capaz de actuar positivamente en pro del desarrollo

económico sustentado, de la mejor distribución de la renta y de la consolidación de la

democracia". (CLAD; 1998)

El contexto de reformas postestructurales y la consolidación democrática que viven nuestros

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países, entre ellos México, hacen propicia la implementación de procesos de innovación en

el sector público a partir de las variables que promueve la nueva gestión pública.

1.4 El paradigma de la Gestión de Calidad.

El conjunto de principios que integran el paradigma gerencial se combinan con los principios

del paradigma de la gestión de calidad, para lo cual es necesario identificar también sus

principales postulados y exponentes.

En efecto, respecto al tema de la calidad, hay que destacar que, aunque la conceptualización

de los métodos y su tratamiento científico inició en Estados Unidos, fueron los Japoneses los

primeros en adoptarla como instrumento de gestión en diversos productos y servicios, lo que

le valió al Japón conquistar el liderazgo en importantes sectores durante la segunda mitad

del siglo XX. (Edmundo Guajardo Garza; 1996).

La nueva ola de conocimientos sobre la administración de la calidad fue descubierta como el

arma estratégica que daría al Japón, la competitividad necesaria para conquistar los

mercados mundiales. Es así como los especialistas en calidad aconsejaron orientar los

esfuerzos de calidad hacia el desarrollo de la capacidad de los procesos para dar variedad a

los productos ofrecidos, sin elevar los costos. Los japoneses prestaron especial atención a

esta oportunidad e impulsaron las investigaciones de mercado a través de encuestas,

entrevistas y pruebas con consumidores. La información obtenida les permitió “diferenciar

sus productos”. De esta forma, los estudios de mercado y la investigación de la satisfacción

del cliente pasaron a ser parte significativa de los programas de calidad y marcaron un

cambio importante en el “el enfoque al cliente”.

Así se consolida el principio de la calidad como atributo relativo que un cliente le da a un

producto ó servicio, con base en la capacidad de éste para satisfacer sus necesidades. La

importancia que adquiere este principio como elemento de gestión a partir de los años

cincuenta, se debe al impulso de varios especialistas que presentarán diversas propuestas

para consolidar la calidad como herramienta estratégica.

En suma, tanto el paradigma de la nueva gestión pública como el paradigma de la gestión de

calidad parten de la preocupación por encontrar bases duraderas para fortalecer la

competitividad y la eficiencia de las empresas e instituciones dentro de un nuevo contexto de

competitividad, de consumo y de reconocimiento de la calidad como principio catalizador de

la demanda, así como del reconocimiento social, y legitimidad gubernamental

.

II. LA CALIDAD EN LA PERSPECTIVA GUBERNAMENTAL

2.1 Reforma del Estado y Calidad

Un aspecto fundamental, que no debemos dejar de lado, es la visualización de la calidad

desde la perspectiva del gobierno. La nueva gestión pública, como hemos visto, constituye el

puente que facilita una relación poco estudiada, pues aunque la calidad no es un tema

nuevo, ya que diferentes autores sugieren que se presenta como un importante desafío para

el sector público desde principios de siglo en los Estados Unidos; recientemente ha cobrado

relevancia al incorporarse al debate sobre las reformas de segunda generación que se

introducen luego de los procesos de ajuste, apertura, desregulación y privatización que

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experimentan los países capitalistas a partir de los años ochenta.

Carlos Vilas en un análisis crítico del proceso vincula reforma del Estado y calidad

sosteniendo que: “Después de un primer momento que puso énfasis en el tamaño del

Estado, la agenda de la reforma se orientó hacia la cuestión de la calidad de la gestión

estatal, la utopía del estado mínimo dio paso a la necesidad del Estado efectivo. Adquirió

preminencia, consecuentemente, la atención a la calidad de la gestión pública, al diseño y

funcionamiento real de las instituciones gubernamentales y a la modernización de la dotación

de recursos humanos, operativos, tecnológicos, organizacionales ...”

(Carlos M. Vilas; 2001)

La calidad adquiere de esta forma una dimensión diferente de las que tradicionalmente ha

mostrado, revelándose como un activo político que va a impactar directamente en el

fortalecimiento de la legitimidad Institucional “Reconociendo como real y legítimo el

incremento de la exigencia de los consumidores finales locales ó internacionales en cuanto a

bienes y servicios adecuados a sus expectativas, se impone analizar los aspectos que

conforman la calidad y de que manera es posible planificar hacia el futuro mecanismos útiles

y realistas que permitan dar respuestas a este nuevo enteque en la interrelación clienteproveedor”

(Guillermo A. Malvicino; 2001)

2.2 Calidad y legitimidad

En efecto, nuestra primera premisa es que los gobiernos y sus administraciones públicas

empezaron por adaptar la filosofía de la calidad total a fin de cambiar la imagen de

ineficiencia del sector público y también por fortalecer la legitimidad del Estado, misma que

se habría erosionado en razón de la crisis fiscal que obligó a la reestructuración de los

estados del bienestar.

En este orden de ideas lo que no debemos perder de vista es que los discursos sobre

modernización, cambio y calidad, son discursos eminentemente políticos que encierran

desde luego una concepción sobre el Estado y que tienen por objeto legitimar un estilo de

gobierno y un modelo de gestión.

“Antes o después, cambios en las relaciones sociales de poder se traducen en nuevos

diseños institucionales y en modificaciones en la gestión pública. Las capacidades de gestión

estatal tienen como referencia y horizonte los objetivos de la acción política, y éstas siempre

expresan, de alguna manera, los intereses, metas, aspiraciones, afinidades ó antagonismos

del conjunto social y de la jerarquización recíproca de sus principales actores” (Carlos M.

Vilas; 2001).

2.3 La calidad como valor de la nueva gestión pública

En consecuencia y como segunda premisa, tal como se ha sostenido en diferentes medios,

la calidad no puede incorporarse de la misma forma en que lo hace la administración privada.

Al respecto algunos autores han advertido que en este terreno la administración pública no

puede limitarse a quedar atrapada en un proceso de imitación pues se trata de avanzar hacia

una era de innovación (Les Metcalfe;1996)

Por tanto en un primer acercamiento a la gestión de calidad, se puede advertir que su

incorporación a la gestión pública obliga a ubicar su verdadera dimensión y alcance, es decir,

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”se necesita reconocer aquellos valores propios del sector público tendentes a buscar la

máxima calidad posible en el marco de la cultura administrativa y adaptarlos. Pero a la vez se

trata de adoptar un concepto surgido del ámbito industrial y adaptarlo al ámbito de la

prestación de servicios y a las peculiaridades de cada organización". (Manuel Villoria; 1996)

En suma. lo importante no es solamente hablar de calidad como una simple técnica de

gestión importada del sector privado, sino adaptarla correctamente a partir de los factores

administrativos y sociopolíticos que circundan la gestión pública y darles su dimensión justa

para hacer de ésta una estrategia efectiva que responda a las expectativas de reforma de las

administraciones públicas.

La incorporación de la calidad en los servicios públicos representa una de las etapas de

consolidación de la nueva gestión pública en la perspectiva gubernamental, por ello este

proceso pasa antes por una serie de reformas de carácter macro que permiten concentrar el

esfuerzo en la atención de demandas y asuntos públicos que incidirán en el fortalecimiento

de la legitimidad de lo público. Sin ese paso previo la calidad se diluye y no transciende los

esfuerzos institucionales aislados.

2.4. La calidad y la percepción ciudadana

En este sentido, retomando la tercera premisa de este apartado, la calidad adquiere su

dimensión social, al tratarse fundamentalmente de un proceso de persuasión. Aquí es

necesario asumir, como veremos más adelante, que el reto de la calidad es también

recuperar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos en los diversos servicios que

ofertan las administraciones públicas. Por tanto sin una percepción social de que hay

mejores servicios, la calidad no sirve a los gobiernos. Diríamos que sin credibilidad no hay

calidad.

III. EL DEBATE CIUDADANOS, USUARIOS, CLIENTES, CONTRIBUYENTES O

BENEFICIARIOS.

3.1 Origen de la controversia

Un aspecto controversial es el que refiere al usuario, al que se pretende dar un tratamiento

de cliente y lo cual ha provocado un debate que exige en principio aceptar que el tema de la

calidad conduce una nueva relación entre el aparato de la administración pública y los

ciudadanos.

Esta nueva relación con el ciudadano supone una serie de posibilidades de formación para

que el ciudadano asuma un nuevo rol de cliente-contribuyente capaz de decidir

racionalmente en términos de la calidad de tal o cual servicio; el ciudadano se convierte así

en vigilante de la gestión pública acompañado por nuevas figuras de la sociedad para

institucionalizar la participación a través de consejos de usuarios, observatorios, comités, etc.

No obstante, “La integración del ciudadano-cliente no debe limitarse al simple correlato del

consumidor que opera en cualquier mercado genérico. Existen otras instancias que en

consonancia con las distintas vertientes de relación del ciudadano con el estado, hace que

esta relación sea mucho más compleja y generadora de compromisos recíprocos más ricos y

determinantes” (Malvicino, Guillermo; 2001).

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3.2 El rol del ciudadano-cliente

Para abonar al debate que hemos planteado, la perspectiva del ciudadano-cliente supone

que este actuaría persiguiendo la búsqueda de los intereses propios, alejado de posiciones

que lo relacionen con el interés general, alejado de valores que le permitan desarrollar

sentimiento de pertenencia y de participación de la

cosa pública que se desplaza a la mera

vinculación en el consumo.

De tal forma, la estructura de derechos sobre la cual se basa la prestación de servicios

públicos queda de lado abriéndose paso el interés y la satisfacción individual. Es esta

precisamente la principal problemática del enfoque del cliente y de ahí la necesidad de seguir

discutiendo el punto.

En esta perspectiva coincidimos con el enfoque de algunas académicos españoles que

advierten: “Si no se produjera una adecuada adaptación del concepto al marco de lo público,

nos encontraríamos con el reforzamiento de una peligrosa tendencia para el conjunto del

sistema democrático. Esta tendencia es la de la destrucción del ciudadano como depositario

del deber y el derecho a la participación en las decisiones esenciales de la sociedad en que

vive, y su sustitución por un cliente o consumidor de servicios generados por el Estado”.

(Manuel Villoria; 1996)

IV. LA CALIDAD Y LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA MEXICANA

4.1 Principales influencias

En nuestro país se han impulsado esfuerzos importantes para incorporar la calidad en la

gestión pública, tanto a partir de documentos normativos, como desde diferentes instancias

del gobierno federal, entidades paraestatales y gobiernos estatales y locales. Precisamente

por las oportunidades que el tema plantea, ante la reforma institucional, vale la pena analizar

como ha evolucionado partiendo de que se ha venido trabajando desde hace por lo menos

una década, justo cuando penetraba con fuerza a través de las llamadas cartas de servicios

en países como Francia (1992), Inglaterra (1991), Australia, Nueva Zelanda o España (1992).